. Orlando Guevara Núñez
La conmemoración de un acontecimiento importante convoca
siempre al recuento. Así sucede con el aniversario 55 del triunfo de la
Revolución cubana, el hecho histórico más extraordinario del siglo XX
en nuestro país, cuya repercusión trasciende las fronteras de nuestra
patria para insertarse en la historia de América Latina y más allá.
La última etapa del combate para alcanzar ese triunfo
comenzó en Santiago de Cuba y Bayamo, el 26 de julio de 1953; se reinició el 30
de noviembre de 1956 y el desembarco del Granma; continuó con la lucha
guerrillera en las montañas y clandestina en los llanos y ciudades; la guerra
se extendió a todo el país, hasta la derrota total de la tiranía hasta el
triunfo definitivo de la Revolución, el 1ro. de enero de 1959.
Ese día glorioso terminó para los cubanos una cruenta guerra;
pero, al contrario de lo que muchos pensábamos entonces, comenzó para el pueblo
otra batalla no menos heroica: construir la obra por la cual se había combatido.
El 8 de enero de 1959, en la capital del país, el
Comandante en Jefe Fidel Castro lo definiría con pocas palabras “Creo que es este un momento decisivo de
nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin
embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo
adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”.
La tarea inmediata fue romper las estructuras militares
represivas, los aparatos políticos y
administrativos de la tiranía que sostenían el injusto sistema social
capitalista. Y sobre las ruinas de éstos, cimentar las bases para construir una
nueva sociedad. Lo segundo sería mucho más complejo.
Habíamos heredado un país pobre y saqueado. Enfrentar los
graves problemas económicos y sociales necesitaba grandes recursos financieros inexistentes. ¿Cómo
dar ocupación a los 371 mil cubanos sin empleo absoluto y a los 661 mil sin
empleo o subempleados? ¿Cómo eliminar el oprobio de casi un millón de
analfabetos, de 10 mil maestros sin
escuelas, de 400 mil niños sin escuelas y sin maestros? ¿Cómo enfrentar la
tragedia de la carencia de atención a la salud de la población?
No repetiremos, en esta ocasión, las tenebrosas cifras
que ilustran los males heredados por la Revolución, denunciados por Fidel en su
alegato histórico La historia me
absolverá, sintetizados en los problemas de la tierra, de la
industrialización, del desempleo, de la educación, de la salud y de la
vivienda. Pero vale citar otras, poco conocidas, sobre todo por las nuevas
generaciones.
En las arcas del Estado, en 1959, existían sólo 70
millones de pesos. Los principales jerarcas de la tiranía se habían robado unos
424 millones que, en oro y en dólares, respaldaban el valor del peso cubano. El
país quedaba no solo empobrecido, sino
también endeudado.
La deuda externa de Cuba alcanzaba los 788 millones de
dólares, es decir, más de diez veces superior a sus reservas, mientras que la
balanza comercial con Estados Unidos le era desfavorable al país en más de 600
millones.
A estas dificultades, se unieron desde el primer día las
impuestas por el gobierno de los Estados Unidos, dispuesto a destruir la
Revolución. La imposición del bloqueo económico, financiero y comercial; la
suspensión de la cuota azucarera, del suministro del petróleo; la pretensión de
aislar a Cuba hasta el punto de que en América Latina sólo México mantuvo
relaciones con este país. La suspensión de todos los créditos.
Y todos esos obstáculos, agravados por los sabotajes, las agresiones, las amenazas perennes y la creación de las
bandas contrarrevolucionarias organizadas, armadas, entrenadas y financiadas
por los gobiernos de los Estados Unidos y su Agencia Central de Inteligencia.
A todo eso – y es solo una parte- ha tenido que enfrentarse el pueblo cubano en
estos casi 55 años de Revolución. Con sobradas razones, ha planteado el General
de Ejército Raúl Castro que mantener esta Revolución ha sido la mayor proeza de
nuestro pueblo.
Para los cubanos, el triunfo de la Revolución fue, en
realidad, el inicio de otra guerra, esta vez contra el más poderoso y agresivo
imperialismo que ha conocido – y aún padece-
la historia de la humanidad: el
de los Estados Unidos.
De ahí venimos. Nuestra obra está fraguada con trabajo,
con sudor, con sangre y con sacrificio. Son los mismos ingredientes necesarios
para seguirla manteniendo y engrandeciendo, sin olvidar nunca que el enemigo es
el mismo, sus intenciones son las mismas e idéntico su propósito estratégico,
regresarnos a un pasado que los cubanos no podemos admitir otra vez como
presente.
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