A nadie traicionó Fidel
Orlando Guevara Núñez
Cuando triunfó la Revolución,
muchos politiqueros, explotadores,
magnates y todo tipo de personajes que habían hecho maridaje con la tiranía
batistiana, pensaron que, como era tradición
en Cuba, sólo se había producido en
cambio de hombres en el gobierno. Y se aprestaban a buscarse un lugar desde donde continuar
viviendo con sus privilegios, a costa del pueblo.
“Esta es tu casa, Fidel”. Tal
plaquita se puso en la puerta principal de muchos palacetes donde, más que
cubanos, vivían camaleones que pretendieron engañar al pueblo. Algunos hicieron
donaciones de reses, de implementos agrícolas, o de dinero para la Reforma Agraria
a la cual, llegado el momento, combatirían, en contubernio con el gobierno
imperialista de los Estados Unidos.
Fueron los mismos que se
sumaron a la estampida cuando vieron frustradas sus aspiraciones y llegaron a
la conclusión de que esta era una revolución verdadera y no un “quítate tú para
ponerme yo”, como lo habían pensado.
Comenzaron, desde entonces, a
difundir la mentira de que Fidel Castro los había traicionado. Se sentían con
el derecho de continuar expoliando al pueblo y, por lo tanto,
engañados al no poder hacerlo. En realidad, no tuvieron nunca razón para
pensar de esa forma. Porque Fidel, desde
el mismo juicio del Moncada, el 16 de octubre de 1953, hablo con claridad y
definió hacia dónde iría la Revolución una vez logrado el triunfo.
“Los demagogos y los políticos
de profesión quieren obrar el milagro de estar bien en todo y con todos,
engañando necesariamente a todos en todo” -expresó en esa ocasión, rodeado de
soldados con bayonetas- añadiendo
que “Los revolucionarios han de
proclamar sus ideas valientemente,
definir sus principios y expresar sus intenciones para que nade se engañe, ni
amigos ni enemigos”. Y así lo hizo.
“Cuando hablamos de pueblo, no
entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a
los que viene bien cualquier régimen de
opresión, cualquier dictadura, cualquier despotismo, postrándose ante el amo de
turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo cuando
hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que
todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más
justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido
la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y
sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para
lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea
suficientemente n sí misma, hasta su última gota de sangre”
Y su definición de pueblo fue
más puntual aún: “Nosotros llamamos
pueblo, si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin
trabajo (…) a los quinientos mil obreros
del campo, que habitan en bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y
pasan hambre el resto, compartiendo con sus hijos la miseria (…) a los
cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están
desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las
infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos
del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya
vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba”
En su concepto de pueblo, no
fueron incluidos los explotadores, los magnates, los terratenientes, los
políticos corruptos, los militares asesinos.
Incluyó Fidel a los cien mil
agricultores pequeños que trabajaban la tierra sin ser suya; a los treinta mil
maestros y profesores que tan mal se les trataba y pagaba; a los veinte mil
pequeños comerciantes, abrumados de deudas, arruinados por la crisis; a los
diez mil profesionales jóvenes médicos, ingenieros, abogados, veterinarios,
pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores que al
graduarse se enfrentaban a un callejón sin salida.
Y fue a ese pueblo a quien
Fidel, preso y solitario, enfrentando al Tribunal que lo condenaría a 15 años
de prisión, le hizo una promesa: si triunfaba la Revolución, no decirle “Te
vamos a dar”, sino ¡Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que
sean tuyas la libertad y la felicidad! Y
eso fue lo que hizo desde el 1ro. de enero de 1959.
Los seis graves problemas de la
nación cubana, abordados por Fidel en su alegato de auto defensa conocido como
La historia me absolverá: el problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la
vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación, y el problema
de la salud del pueblo, fueron parte decisiva del programa del Moncada,
cumplido y sobre cumplido en los primeros años de la Revolución.
Cada ley revolucionaria,
siempre a favor del pueblo, atrajo sobre sí el odio imperial y contrarrevolucionario. Así, se dedicaron a combatir a la Revolución
con el fin de destruirla. Pero el pueblo, desde el inicio, se preparó para
defender sus conquistas.
Las mentiras y el engaño han sido
siempre armas predilectas de la contrarrevolución y los gobiernos de los
Estados Unidos para combatirla. Y entre sus falsos argumentos, está el invento
de que fueron traicionados.
Como está demostrado, la
política revolucionaria trazada por Fidel estuvo bien clara antes del 1ro. de enero de 1959. Y víspera de la
agresión mercenaria de Playa Girón, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana
ratificó sus concepciones sobre la lucha, al proclamar el carácter patriótico,
democrático y socialista de la Revolución de los humildes, por los humildes y
para los humildes.
Los traidores, los
explotadores, los latifundistas, los políticos corruptos, los ladrones, los
asesinos, no cupieron nunca, como sucede hoy, en el concepto de pueblo. Siendo
así, ¿de cuál traición hablan? ¿Haberle arrebatado a ellos el poder para
entregarlo al pueblo, es alguna traición? Y ese pueblo verdadero no ha sido, ni
será nunca, traicionado por la Revolución, porque él mismo es la Revolución.
Y hoy, al rememorar esos
pasajes sobre los principio planteados por Fidel en La historia me absolverá,
válido es recordar, sobre todo a quienes no pierden las esperanzas del regreso
a un pasado capitalista de Cuba, lo proclamado por el jefe de la Revolución en
aquel momento, convertido hoy en determinación de todo el pueblo. “Vivimos en
un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en
el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie”
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