jueves, 31 de octubre de 2024

 

La sucia guerra económica de Estados Unidos contra Cuba: una guerra contra el pueblo

 

. Orlando Guevara Núñez

 

En su demencial odio hacia el pueblo de Cuba, los gobiernos de los Estados Unidos, desde 1959 hasta la fecha, han aplicado las más brutales medidas para pulverizar a la Revolución. Una de éstas es el bloqueo que dura ya más de seis décadas y aunque reconocido su fracaso, se mantiene e incrementa.

 

Este bloqueo, condenado  de forma abrumadora  desde 1992  en la ONU, no es, como sus ejecutores han querido presentarlo ante el mundo, una simple negación del gobierno de los Estados Unidos a negociar con Cuba. Ni es tampoco un embargo, pues Cuba no tiene deuda alguna por la que pueda ser embargada. Es en la práctica, un criminal acto de guerra.

El 17 de marzo de 1960, el Consejo Nacional de Seguridad norteamericano aprobó el Programa de Presiones Económicas contra el Régimen de Castro. En ese mismo momento quedó trazado el Programa de Acción Encubierta contra Castro. Las medidas militares, propagandísticas, el apoyo a la creación de una oposición interna, junto a las presiones económicas y los sabotajes, convergían en las criminales intenciones de destruir la Revolución a través de cualquier medio y a cualquier precio.

Un documento oficial norteamericano,  en abril del propio 1960, revela las sucias intenciones. “El único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Una línea de acción que tuviera el mayor impacto es negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Y no hubo medida pensada que quedara sin ejecutar. El 3 de julio de 1960 se redujo la cuota azucarera y en diciembre de igual año se eliminó totalmente para los tres primeros meses de 1961. La estrategia era clara, pues estaba ya concebida la invasión mercenaria de Playa Girón que, según sus cálculos, barrería a la Revolución. Después de eso, no haría falta bloqueo alguno. En su euforia, el 31 de marzo – 18 días antes de esa agresión- se hacía definitiva la supresión de la cuota azucarera.

El 29 de septiembre de 1960 el gobierno norteamericano suspendió las operaciones de la planta de níquel de Nicaro; el 30 de ese mismo mes “recomendó” a los ciudadanos norteamericanos abstenerse de viajar a Cuba, “recomendación” que llega hasta nuestros días. Comenzaron desde entonces las presiones para la eliminación de los créditos bancarios.

El 19 de octubre de 1960  se decretó la prohibición de venta, transferencia o contratación de cualquier barco norteamericano al gobierno de Cuba o a ciudadanos cubanos y se presionó al gobierno de Canadá para que se sumara al bloqueo anticubano.

Esa y otras medidas, acordadas una semana antes en reunión de los subsecretarios de Estado y de Comercio con el presidente, no escondieron sus intenciones más allá de aparentes operaciones comerciales. Las proyecciones del plan fueron interpretadas por ellos mismos: “Contribuirán al creciente descontento y malestar en la Isla, apoyarán a los grupos de oposición que ahora están activos en Cuba y otros lugares”. Esos “otros lugares” podrían haberse definido con solo un nombre  más: Estados Unidos.

El 2 de mayo de 1961, en reunión del Grupo de Trabajo del Buró de Inteligencia e Investigaciones del Departamento de Estado y la Oficina Nacional de Estimados de la CIA, analizó hechos estimados y proyecciones sobre la política anticubana.

Todo giró alrededor de cómo privar a Cuba del intercambio con el exterior, piezas de repuesto, materias primas y hasta de técnicos y personal de dirección, así como hacer disminuir los ingresos per cápita y los artículos de consumo, provocando el auge del mercado negro.

Se discutió, además, sobre una campaña de sabotajes “limitados” contra la industria y los servicios.

En el libro Bloqueo el asedio económico más prolongado de la historia, su autor, Andrés Zaldívar Diéguez, cita algunas de las medidas recomendadas por la CIA, en la  reunión del 2 de mayo de 1961, para dañar la economía cubana. “La CIA puntualizaba que en dichas acciones podían participar los agentes encubiertos de que disponían en las seis provincias cubanas entonces existentes, además de algunos que pueden ser infiltrados” y que podrían realizar actos de sabotajes.

“Actos individuales de sabotaje son posibles con relativamente pocos hombres y poca cantidad de medios”, planteaba la CIA, asegurando también que existía una capacidad para acciones marítimas que podía desembarcar y enterrar armas y realizar sabotajes sub acuáticos de embarcaciones y otras operaciones. La CIA –se agrega en el texto citado- disponía de una rama aérea (bombarderos B-26 y aeroplanos de transporte C-46 y C-54) que podía utilizarse en golpes contra “objetivos escogidos”, citando entre éstos refinerías, plantas eléctricas y plantas de neumáticos que si resultaban exitosos, podían hacer el efecto de “sabotajes extensivos”.

Fracasada la invasión mercenaria de Playa Girón, hecha trizas en menos de 72 horas por el mismo pueblo al que subestimaban y despreciaban, crecerían las agresiones económicas y en otros campos.

Sólo entre diciembre de 1961 y enero de 1963, como consecuencia del llamado Proyecto Cuba, aprobado por el gobierno de los Estados Unidos en el primer año mencionado, Cuba sufrió 5 780 acciones terroristas, entre éstas 716 sabotajes de envergadura en instalaciones industriales.

Incendio de cañaverales, bombardeo a centrales azucareros, ametrallamiento a industrias importantes, asesinato de obreros y población civil, se sucedían a diario.

El bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, ha sido acompañado siempre por criminales actos de terrorismo que han costado al país no solo pérdidas materiales, sino también de vidas.

El pueblo cubano, no obstante, ha resistido. La esperada “desilusión” del pueblo, ha sido solo desilusión de sus enemigos. No ha existido actividad, en todas las esferas de la sociedad cubana, que ese bloqueo no se haya hecho sentir con fuerza. Haber resistido y triunfado frente al embate  norteamericano es una proeza del pueblo cubano. A esa proeza –para seguir creciendo-  no le han faltado ni faltarán nunca el heroísmo, la entrega ni la fidelidad de este pueblo heredero del pensamiento martiano de que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre, y  de la enseñanza  fidelista de  que nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.

 

lunes, 28 de octubre de 2024

 

 

Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui (6 y final)


. Orlando Guevara Núñez

 

 

“Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas y mi honda es la de  David”.

 

Basta leer o escuchar esas palabras para saber que fueron escritas por José Martí el día antes de su caída en Dos Ríos, es decir, el 18 de mayo de 1895.   El destinatario fue su amigo mexicano Manuel Mercado. La muerte de nuestro Héroe Nacional dejó inconclusa esta carta. Pero aún así, constituye un valioso documento histórico y político. Y una de sus más contundentes denuncias al apetito anexionista yanqui contra Cuba. 

Estaba Martí consciente de la posibilidad de morir. Por eso escribe en la misma misiva: “Ya estoy todos los días en peligro  de dar mi vida por mi país y mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas para realizarlo-  de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente,  porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”.

Clara definición antiimperialista  de José Martí, que supo vislumbrar el carácter ambicioso y ansias de expansión y dominio del naciente imperialismo. Y desarrolla más la idea sobre el peligro del anexionismo a los Estados Unidos.

 “Las mismas obligaciones menores  y públicas de los pueblos – como ése de Vd. y el mío- más vitalmente interesados  en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal  que los desprecia, les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos”.

Y argumenta más.  “Por acá yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos  y españoles anexionistas, a que solo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha   venido a su hora en América para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana”

Relata Martí su reciente conversación con  un corresponsal del  periódico Herald, de Estados Unidos; hablaron  del anexionismo, de las posiciones autonomistas y éste le refiere una opinión  dada a entender de Martínez Campos, sobre  que  llegada la hora,  España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la isla a los cubanos.

Viví en el monstruo,  y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David, le dijo a su amigo mexicano,  “En mí – escribe- sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. (…)

“Hay afectos de tan delicada honestidad… “Ahí quedó truncada la carta. Adviértase  la última palabra: honestidad.

Tras el holocausto de Dos Ríos, el imperialismo norteamericano  logró su sueño de dominar  a Cuba. Y el 1ro. de enero de 1899, tras de intervenir en una guerra ya perdida por España, estableció aquí un gobierno interventor que no cesó hasta haber impuesto la Enmienda Platt, mediante la cual la Isla quedaba subordinada a los designios yanquis. O lo que es lo mismo: Cuba pasaba, de colonia española, a neocolonia de los Estados Unidos.

Como desagravio de aquel hecho bochornoso, otro 1ro, de enero, ahora de 1959 – exactamente 60 años después, triunfó la Revolución, el  acontecimiento  más trascendente del siglo XX  cubano. A partir de entonces comenzaron a hacerse realidad los sueños martianos de independencia, libertad y la existencia de una república con todos y para el bien de todos.

viernes, 25 de octubre de 2024

 

Hacia el aniversario 130 del holocausto de Dos Ríos José Martí contra la anexión de Cuba al imperio yanqui (5)


. Orlando Guevara Núñez

 


En su constante denuncia a los Estados Unidos por su política de saqueo y ansias de sometimiento sobre los pueblos de nuestra América, José Martí también los mencionó por su mote despectivo: yanquis. En varios tomos de sus Obras Completas encontré ese calificativo. Pero hay una ocasión muy ilustrativa y fue el 16 de junio de 1890, en un discurso por la fiesta del Club de los Independientes, en Hardman Hall, publicado el 21 de ese mes en el periódico El Porvenir, de Nueva York.

(…) Todos, los de aquí y los de allá, sin capas españolas ni botas yanquis, trabajando a una, a compás y a golpe, por sobre la tierra y por debajo de la tierra, para lograr, con el respeto duradero de los hombres libres, la independencia absoluta y democrática de la patria (…).

Tras esa afirmación, un análisis realista: “Pero no todo es triunfo o causa de congratulaciones, porque la vida es como el pan, que agrada al sabor después de hecho, pero se hace con levadura agria”.

Se refiere a las distintas posiciones nacidas de “la confianza injustificada, como solución actual de un problema actual, de la anexión de Cuba a los Estados Unidos”.

Afirma que en unos casos esa confianza obedece al honrado deseo de que Cuba sea libre sin sangre; en otros, por el odio legítimo a la tiranía española y “adoración rudimentaria por lo exterior y aparente de un progreso que nos echa de su carro y nos proclama indignos de entrar en él, aunque nosotros nos empeñemos en subir al carro de donde nos echan”.

Agrega que también hay quienes – de forma respetable y sincera, aunque errónea- piensan que sin la anexión no podría Cuba vivir libre con seguridad. Y una clasificación más, que dice son los menos: “ La costumbre del yugo, que no les deja vivir sin él, y necesitan ponerse uno cuando salen de otro o la soberbia de tener a los demás por incapaces, por sentirse incapaces ellos, o el miedo de aparecer ahora combatiendo una solución de que les pueda venir mañana autoridad y beneficio”.

Establece nuestro Apóstol una diferencia entre esas posiciones anexionistas y el patriotismo verdadero. Y afirma que no tiene el mérito tantos amigos, puesto que enemigos son los primeros que le salen. Y exalta la virtud de los patriotas frente a la adversidad, que son siempre pocos, pero cuando huele a triunfo “caen del cielo los patriotas”.

Refiriéndose al esfuerzo cubano por su independencia, afirma que de algún cielo ha de venir la ayuda salvadora, porque no todos los cielos son injustos, pero el que no muestra que se sabe ayudar por sí, no tiene derecho para pedir ayuda a los demás.

Ante la situación analizada, plantea que el que deja de hacer, en las cosas de la patria, todo lo que puede hacer, es traidor a la patria. Expone una sentencia con valor para todos los   tiempos: ¡Y hay que empezar a tener cuidado, porque por ahí anda, por el aire y por el cielo, el que lleva los libros, y va apuntando en la lista de las traiciones, al que puede hacer y no hace!

Buena lección martiana para los anexionistas de estos tiempos, tan condenados al fracaso como sus antecesores.