. Orlando Guevara Núñez
Cada cinco segundos, muere en el mundo un niño menor
de 15 años. Cada día, dejan de existir 7
000 infantes acabados de nacer. Estas
tenebrosas cifras están avaladas por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Un lamento las acompaña:
“Millones de bebés y de niños no deberían
seguir muriendo cada año por falta de acceso al agua, el saneamiento, la
nutrición adecuada o los servicios básicos de salud”. Pero la tragedia de muchos de los que no
mueren es igualmente dolorosa.
Según la fuente citada, entre
los 132 millones de niños que nacen cada año, el 25% viene al mundo en situación de pobreza
extrema. Suman 146 millones los que
sufren desnutrición; más de 250 millones de pequeños tienen que trabajar para
poder subsistir, y muchos de ellos están empleados en trabajos peligrosos.
Muchos son víctimas del trabajo forzado, en condiciones de esclavitud,
Pero ahí no concluyen
las desventuras para la población infantil mundial. Unos 264 millones de
niños no están escolarizados. Cada siete
minutos un adolescente muere por causas violentas. Hace diez años, las cifras
de violencia sexual contra menores se fijaba en unos 150 millones de niñas y 73
millones varones. La prostitución era también alarmante. El mal sigue
creciendo. Súmese el flagelo de las drogas que involucra también a millones de
menores de edad,
Esta es una síntesis de la gran tragedia para la niñez
en el mundo. Pero si triste es el presente, peor será el futuro. Y así lo han
pronosticado también los organismos especializados de la ONU.
Se asegura que si las condiciones sociales actuales se
mantienen, 26 de cada niños que nazca no estarán vacunados contra ninguna enfermedad;
30 padecerán desnutrición en sus primeros cinco años de vida; 19 carecerán de
agua potable; 40 vivirán en un medio sanitario inadecuado; 17 no irán nunca a la escuela; 25 de cada 100
que inicien el primer grado no llegarán al quinto.
Se presagia que
uno de cada cinco niños- de ambos sexos, entre los 5 y 14 años- tendrá que
trabajar, la mitad de ellos a tiempo completo. Mientras que en los países
industrializados la esperanza de los que nazcan será de 78 años, en el resto
será de 63. Y un dato escalofriante ofrecido por UNICEF: “Si no se toman medidas urgentes, 56
millones de niños y niñas menores de cinco años morirán de aquí a 2030, la
mitad de ellos recién nacidos”. Y se
está hablando de muertes evitables.
Agréguese
a esta infelicidad, el drama de los
niños desplazados forzosos por guerras, desastres y otros fenómenos sociales o
naturales – que solo en 2016 llegaron a más de 32 millones- los que sufren, en
su inmensa mayoría, desamparo en la salud, la educación, en sus derechos
humanos y su normal desarrollo.
Ese
es el panorama sombrío del presente y el futuro de la niñez en un mundo donde
predomina el sistema capitalista.
Gracias
al sistema socialista, Cuba trascendió esa desventura infantil. Porque durante
el capitalismo la sufrimos. Fidel Castro, en su discurso de autodefensa en el
juicio por los hechos del 26 de julio de 1953 –conocido como La historia me
absolverá, retrató aquella miseria humana:
(…) “El 90 por ciento de los
niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran por los pies
descalzos. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o asesinato de
una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en
masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años
por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor, y cuyos ojos
inocentes, ya en ellos el brillo de la muere, parecen mirar hacia lo infinito
como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la
maldición de Dios”
Los organismos
internacionales relacionados con este tema hablan sobre la necesidad de
revertir esta vergüenza humana. En 1956, la ONU estableció el Día Internacional
de la Infancia para, contribuir a ese empeño. Existe la Convención sobre los
Derechos del Niño, rubricada en 1989 por la ONU, para proteger a la población
infantil menor de 18 años. Pero no van a las raíces de los males que solo
tienen un nombre: el capitalismo salvaje, la explotación a los hombres y
naciones, las guerras de rapiña, las desigualdades que solo el socialismo puede
borrar de la faz de la tierra.