.Orlando Guevara Núñez
Cuando
uno está lejos de su Patria y de su familia, una carta equivale a un gran
abrazo, a muchos besos, a un ansiado encuentro. Y cuando las cartas son de los
hijos, la emoción se multiplica, alcanzando dimensiones infinitas cuando
quienes las escriben comienzan a dar sus primeros pasos en la escritura y
entonces la inocencia, la franqueza, las fantasías y el más puro cariño no
caben en una hoja de papel.
Aún
en las condiciones más difíciles, uno se transporta junto a ellos, cabalgando
por un mundo imaginario. A veces se ríe, otras se sorprende y hay también
ocasiones en que la nostalgia nos obliga a besar y guardar con mucho celo el
papel garabateado que uno sabe fue escrito y doblado por las manitos de sus
pequeños hijos.
¡Y
qué emocionantes esas cartas donde la ortografía, la concordancia, los signos
de puntuación, la coherencia y el prurito literario no tienen otra alternativa
que ceder ante los más pueriles sentimientos, indoblegables ante las reglas
aprisionadoras del lenguaje escrito!
Las
cartas de los hijos pequeños eran mucho más comentadas por los combatientes que
cualquier otra correspondencia. No es que las demás no importaran, pero la
originalidad infantil tenía siempre un sello distintivo.
Si a
alguien se le ocurriera hacer una compilación
de ese tipo de correspondencia, seguro descubriría un mundo de maravillas,
capaz de competir con la imaginación y creación de los más experimentados
literatos.
Juzgue
el lector.
1 de
abril de 1976
A mi
papá
papi
yo quiero que tú estés con nosotros, siempre en la escuela te quiero hacer una
carta porque me acuerdo de ti. Ven pronto, papá, mándame a decir en una carta
en qué lugar tú estás de “Angola” dime qué haces, dónde duermes, dónde
desayunas, todas esas cosas que yo te escribo dímelas, porque cuando yo sea
grande y me manden donde tú estás yo te voy a decir para que tú te pongas
contento. Papi, mándame cartas, no he recibido ni una de ti, mándame a decir
cosas que a mi me gusten. ¡Ven pronto, papi, chico! no quiero que te maten, una vez pensé que tú
habías venido y me habías traído muchas cartas de las que te había escrito como
recuerdo para mí, y cuando yo abrí los ojos porque los tenía cerrados no te vi
pipo.
1000000
besitos
Tanita
(7 años)
(…)
Papi he soñado: “que un día yo fui al parque contigo y con mami, después que yo
me senté en un banco que había, tú y mami se pararon y tú le estabas
abrochándole el vestido a mami porque estaba desabrochado, yo estaba corriendo
y vi a Martí de losa, y yo dije “! Martí!” y me dijo ¡que! y me dio un libro y
una pelota y yo cogí el libro y la pelota para jugar”
Como
Ernesto no te ha escrito te digo que se está portando mejor en la escuela y en
la casa, el no entiende por que tú tardas en Angola, pero mami le da una explicación
más amplia. ¡El quiere que tú vengas, y yo también!
Tanita
27
de julio de 1976
Papi
yo jugué con Llorqui que es un perrito y me conoce a mí Agostino Neto llegó el
martes. Pero yo no lo vi. Papi yo te quiero mucho. Pipo y también quiero que
vengas pronto, porque si no vienes voy a coger el fusil y te voy a tirar tiro.
10000000000
beso
te quiero mucho mucho mucho
mucho mucho tu chiquitín
Ernesto
(6 años)
Papi
este dibujo que te hice es para ti y se lo enseña a los amigos tuyos que están
en Angola. Yo estoy bien ven pronto ¿cuándo tú vienes? En diciembre o en julio
y Osmar el de Niquero me regaló una llegua vastante machitos y muchos chivos y
un chivito (…)
Papi
qué lindo el sobre que me mandaste, y cuando yo llego a la escuela y cuando
entro cantan la marcha del ventiséi.
Mi
papito yo me recuerdo de cuando tú te fuiste. Yo no sabía que te ibas. Tania se
portó mal en el Partido y mami la tuvo que regañar, y Tania es muy fresca. Pipo
yo me estoy portando muy bien.
2233000000000 besitos
Ernestico
Parece
inverosímil, pero lo cierto es que esas cartas, para la inmensa mayoría de los
combatientes, eran más difíciles de contestar. Uno vislumbraba a través de
ellas cómo sus hijos añoraban el día del regreso, cómo soñaban con el
reencuentro y cómo también ellos eran
golpeados por la posibilidad de la muerte.
Entonces
uno tenía que pensar mucho para ser capaz de explicarles por qué no se podía
regresar tan pronto como ellos querían, hablarles sobre la necesidad de ayudar
a los niños de otros pueblos y sobre el significado de la palabra
internacionalismo; y decirles que uno también deseaba verlos, y aconsejarles
que cuidaran y ayudaran mucho a su mamá, que estudiaran bastante, que se
quisieran mucho como hermanos y no pelearan entre sí. Y combinar todas esas
cosas reales con la fantasía y hablar sobre la “llegua y los chivitos”
regalados por el tío Osmar a Ernestico, sobre el perrito que lo conocía, sobre
los sueños de Tania, el “Martí de losa” y sobre los planes para cuando
volviéramos a estar juntos.
A
veces, cuando caía un compañero, muchos nos ponìamos a meditar sobre las cartas
infantiles que ya estaban en camino, pero que ya no tendrían a quien ser
entregadas. Y dolía saber que habría ilusionadas carticas preguntando sobre el
regreso, hablando sobre los proyectos de bienvenida o enviando besos que
quedarían para siempre encerrados en los sobres o se darían sólo sobre la
imagen de un retrato.
Si a
través del epistolario la historia nos revela hoy cómo fueron y pensaron muchos
hombres y mujeres ilustres, pienso que hay un fantástico mundo todavía no
explorado y que puede enseñarnos mucho y servirnos para comprender mejor a los
niños. Y ese mundo, tan sorprendente como ellos mismos, está formado por eso:
por las maravillosas cartas infantiles.