.Orlando
Guevara Núñez
Con
motivo del reinicio de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, diversos
espacios en internet han comentado un trabajo del periodista y escritor
argentino Pedro Jorge Solans sobre una conferencia de prensa internacional , en
septiembre de 1973, donde un periodista,
Brian Davis, de una agencia inglesa,
le preguntó al Comandante en Jefe Fidel
Castro:
¿Cuándo
cree usted que se podrá restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos,
dos países tan lejanos a pesar de la cercanía geográfica?
Añade el
cronista que “Fidel Castro lo miró fijo
y respondió para todos los que estaban en la sala: “Estados Unidos vendrá a dialogar con
nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un Papa
latinoamericano”. Diversas opiniones han surgido alrededor de ese vaticinio que
luego de 43 años, se cumple.
Para no
pocos, el hecho es sorprendente, con ribetes místicos. Para los cubanos, el lugar de lo
místico lo ocupa la certeza sobre la visión política de Fidel y su capacidad,
partiendo de sus profundos análisis sobre el desarrollo histórico y las fuerzas
que lo protagonizan, de ver más allá de lo que otros pueden hacerlo.
En este
caso, viene a nuestra mente una afirmación hecha por un amigo de Cuba, el presidente de la República
Argelina Democrática y Popular, Abdelaziz Buteflika : “Fidel viaja al futuro, regresa
y lo explica”.
Y
una elocuente apreciación del Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, cuando dijo: “Fidel
oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar de la esquina”.
Fidel
nos tiene acostrumbrados a esas afirmaciones que asombran al convertirse en
realidad. Los ejemplos son muchos. Basta estudiar su vida para comprobarlo.
¡Condenadme,
no importa, la historia me absolverá! Esa afirmación la hizo Fidel, el 16 de
octubre de 1953, ante el tribunal que lo juzgó y condenó a 15 años de prisión
por los hechos del 26 de julio de ese
año. De allí salió preso, esposado, con
el dolor del fracaso en la acción ejecutada, con el alma conmovida por sus 61
hermanos muertos. Ante un gobierno armado hasta los dientes, dispuesto a
silenciarlo incluso con el crimen.
¿Quién
podría creer, ante aque sombrío panorama, en aquella predicción? Y fue
condenado, pero la historia lo absolvió.
Estando
en México, con pocos recursos, perseguido, incluso detenido, reuniendo uno a
uno a los hombres y centavo a centavo los recursos para reiniciar la lucha en
Cuba, contra un ejército de más de 40
000 efectivos, bien pertrechado de armas, aviones, tanques, marina de guerra y
el asesoramiento de los Estados Unidos, afirmó Fidel: “Si salgo, llego; si llego,
entro; y si entro, triunfo”.
Y
frente a todas las adversidades, salió, llegó, entró y triunfó.
Después
del desembarco del Granma el 2 de
diciembre de 1956 y la derrota de Alegría de Pío tres días después, Fidel no
concibió nunca el pesimismo. Aún en las
condiciones más difíciles y desventajosas, cubierto con paja de caña durante casi cuatro días para evadir la
cacería enemiga, no pensó en la derrota, ni siquiera en una tregua, hablaba de
lucha y de los planes futuros. Así lo
testimonió quien compartió con él esos dramáticos momentos, el expedicionario
Faustino Pérez Hernández ¿Quién hubiese actuado igual?
Y
cuando el 18 de diciembre de 1956, con solo ocho hombres y siete armas expresó
con la convicción más plena: ¡Ahora sí ganamos la guerra!, la afirmación podría
parecer una quimera.
Pero
no fue derrotado, ni dio ni pidió tregua. ¡Y ganó la guerra!
Revisando
disímiles momentos del proceso
revolucionario cubano, hay palabras de Fidel que en su memento parecieron
ilusiones y el decurso del tiempo las ha acuñado como ciertas.
Uno
de esos momentos cumbres fue el 4 de febrero de 1962, durante la sesión de la
Asamblea General del pueblo de Cuba que aprobó la II Declaración de La Habana.
El poder imperial en la América irredenta era un anillo acerado, asfixiante,
las tiranías y gobiernos sumisos a ese poder parecían perpetuarse en lo infinito.
Sin embargo, Fidel dijo para Cuba y para el mundo:
“Ahora, sí, la historia tendrá que contar con los
pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que
han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia”.
“Y esa ola de estremecido rencor, de justicia
reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras
de Latinoamérica, esa ola ya no parará más”.
“Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha
echado a andar. Y su marcha de gigantes
ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya
han muerto más de una vez inútilmente
¡Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de
Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia!”
Eso fue dicho hace 53 años. Un recorrido visual por
el panorama actual, demuestra cómo las predicciones de Fidel se van
transformando en realidades.
Además de su visión sobre los procesos históricos,
políticos, sociales y económicos, hay muchos ejemplos que parecen de ficción,
pero confirman las cualidades de Fidel como analista profundo. Solo escojo dos.
En el libro Secreto
de Generales, de Luis Báez, el General de Brigada Filiberto Olivera Moya,
relata que en una ocasión, durante la guerra, Fidel dijo que “ iba a enviar a un hombre a Bayamo para que
comentara que él estaba en Pino del Agua, con su tropa”. “A los ocho días-decía
Fidel- llegarán los guardias y debemos esperarlos emboscados (…).
La verdad es que a los ocho días llegaron los
guardias, fueron atacados y se cumplió la misión. Relata Filiberto que como a
los veinte días de la acción le preguntó a Fidel cómo había calculado los ocho
días. La primera respuesta fue: “Porque tengo la cabeza para pensar”. “Yo
también, pero no me imagino cómo hizo esos cálculos, argumentó Filiberto.
Entonces, la explicación del máximo jefe guerrillero: había analizado el tiempo que tendría el
hombre enviado a Bayamo, cuándo esa información llegaría a oídos de los
soldados, la reacción de los guardias, el aviso a Chaviano en Santiago de Cuba,
el tiempo de éste para responder y mandar la orden para que subieran a Pino del
Agua..
Como dijo el presidente argelino, Fidel fue al
futuro, regresó, lo contó y sobre esa base se logró lo deseado.
En la propia Sierra Maestra, en el libro Memorias de
un guerrillero, del capitán Vin Botello, el autor narra la vez que le
correspondió conducir a dos personas enviadas por el Movimiento 26 de Julio
para el territorio rebelde. Cuando estaban cerca de su destino, él se adelantó
y comunicó la misión. Fidel indagó las características de las personas y centró
su atención en uno. Ese debe ser Juanito, dijo. Dio instrucciones de que fueran
desarmados y conducidos. Así se hizo. Al otro día, Vin supo que esa noche Juanito
había sido ajusticiado. Era un agente policíaco, que incluso había actuado en
México, y ahora se infiltraba con el objetivo de asesinar a Fidel.
Hoy, si leyéramos los muchos discursos e
intervenciones de Fidel, desde el mismo triunfo revolucionario, nos daríamos
cuenta de cuántas cosas por él previstas están realizadas, a la vez que muchos
problemas subsisten porque no hemos
sabido aquilatar y cumplir sus orientaciones.
Así es Fidel. Pero su grandeza no está solo en el
pensar. Estuvo al frente de los combatientes que convocó al Moncada; al frente
de los expedicionarios del Granma; al frente de los guerrilleros en la Sierra
Maestra; al frente de los combatientes de Playa Girón; al frente de su pueblo cuando estuvimos al
borde, en octubre de 1962, de un holocausto nuclear; junto a su pueblo en todos los momentos de
peligro; arriesgó muchas veces su vida. Es forjador de un pueblo al que enseñó
los principios de la Revolución, del socialismo, del internacionalismo, del
antimperialismo. Le enseñó el ¡Patria o Muerte!, el ¡Venceremos! y le enseñó –
también rodeado de bayonetas enemigas, preso y solitario, que “somos un país
libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar
antes que consintamos en ser esclavos de nadie!
Por eso lo odian tanto los imperialistas y
contrarrevolucionarios. Por eso lo veneramos los cubanos verdaderos. Y ahí
está, pese a los 638 intentos de asesinato, las veces que han propagado la
falsedad de su muerte.Ahí, con sus 89 años de vida, pero, sobre todo, con su
perenne ejemplo. Ahí sigue, como eterno Comandante en Jefe de un pueblo
heroico.
El breve espacio para este trabajo obliga al punto
final. Pero burlo esa norma para
mencionar dos cosas dichas sobre
Fidel, que refejan su grandeza como hombre, como revolucionario y pensador. Una
de Almeida: “Se me fue de tamaño”. Y
la otra del Che: Ardiente profeta de la
aurora.